La Ruta Estatal 1 de California, también conocida como la Carretera 1, es una de las rutas costeras más bellas en el mundo. La reportera de iFly Iris van den Broek recorrió esta "genuina carretera americana" desde San Francisco hasta Los Ángeles. Un viaje donde se ven campos de fresas, acantilados escarpados, elefantes marinos y pueblos costeros que parecen estar congelados en el tiempo.
El hombre del mostrador de alquiler de Hertz en San Francisco me mira con envidia cuando le digo lo que voy a hacer: «¿La Carretera 1? Es una auténtica maravilla.» Y tiene razón. Por eso, hemos añadido este tramo de costa de más de 700 km a la lista de imprescindibles de iFly. Se puede recorrer en un solo día, pero nos perderíamos muchas cosas, por lo que he reservado 3 días para mi viaje. Esta ruta es conocida también como la "All-American Highway" debido a sus espectaculares vistas y a su paisaje que cambia constantemente.
Al salir de la ciudad, la Carretera 1 atraviesa por completo el Parque Golden Gate. Tras haber dejado atrás el bullicio de San Francisco, veo surgir delante de mí el Océano Pacífico. ¡Espectacular! Pero el primer tramo de la ruta también discurre a través de bosques y tierras de cultivo. La carretera está llena de puestos de fruta. Kiwis, cerezas, plátanos, maíz, fresas y naranjas: todos cultivados en la zona y traídos directamente del campo. Hago una parada en Swanton Berry Farm cerca de Pescadero. Sobre una colina rodeada de campos de fresas, cojo una cesta y recolecto todas las que quiero. «Swanton es el primer campo de cerezas orgánicas certificadas de Estados Unidos», explica el vendedor en el puesto de frutas. Las fresas tienen un sabor deliciosamente dulce. ¡Mi viaje por carretera tiene un delicioso comienzo!
La Carretera 1 es tan popular por su impresionante belleza natural mezclada con pequeños pueblos que parecen congelados en el tiempo. Una de las primeras ciudades con las que me encuentro es Santa Cruz, una típica ciudad costera californiana con altas palmeras y demás. Este lugar todavía emana el encanto de los años 60, especialmente en el paseo marítimo con su ambiente de la vieja escuela americana. La cultura del surf domina la escena: aquí es donde se introdujo este deporte en California. Tranquilo, relajado… podría pasar fácilmente unos días aquí.
La Carretera 1 es una larga sucesión de impresionantes atracciones visuales, pero el tramo más hermoso es el que conecta el Big Sur con San Simeón. Aquí podemos ver las fuerzas de la naturaleza en acción: gigantescas secuoyas tocan el cielo y el Océano Pacífico irrumpe con enormes formaciones rocosas a lo largo de la costa. Una de las playas solitarias más hermosas es la escarpada playa de Pfeiffer. A lo largo de más de 3 km voy bajando revoluciones por una carretera secundaria que pasa desapercibida (si ves el Big Sur Deli, la has pasado) para llegar hasta la playa. Llego justo en la puesta de sol. Los rayos de sol se reflejan en la espuma de las olas, lanzando un resplandor dorado sobre las rocas del océano.
Afortunadamente mi alojamiento se encuentra cerca en Ripplewood Resort. Paso la noche en una acogedora cabaña, escuchando el murmullo del Río Big Sur al fondo.
Cuando prosigo mi viaje a la mañana siguiente, está nublado, algo que suele ocurrir a lo largo de la costa. Pero incluso sin sol la ruta es impresionante. Me detengo en el Parque Estatal Limekiln para dar un breve paseo hasta una hermosa cascada en medio del bosque.
Conforme sigo conduciendo, el paisaje cambia rápidamente de montañoso y verde a seco y vasto. Una parada que no quiero perderme por nada del mundo se encuentra cerca de San Simeón, para ver los elefantes marinos de Piedras Blancas. Una estrecha franja de arena, justo al lado de la carretera, es el hogar de una colonia de elefantes marinos. Una pasarela construida específicamente me permite observar de cerca a estos simpáticos animales.
Media hora más tarde llego a Cayucos, una clásica ciudad costera californiana que recuerda al lejano oeste. Los hombres pasean luciendo sombreros de vaquero y la ciudad cuenta incluso con una cantina. Pero la verdadera atracción es Brown Butter Cookie Company: una pequeña fábrica y tienda local de galletas, dirigida por 2 hermanas. Su galleta original de mantequilla tostada y sal marina es famosa en todo Estados Unidos.
La noche cae conforme llego a Pismo Beach donde la sencillez es una forma de vida. Con el sol del atardecer, los surfistas atraviesan la amplia playa con sus tablas de surf para llegar al océano y la gente pasea por el muelle, el lugar emblemático de esta ciudad costera. Price Street, la calle principal de la ciudad, emana un agradable encanto retro. Carteles de neón, cafeterías y moteles que se remontan a los años 50 componen el paisaje urbano. Pismo Beach es conocida también como la "capital mundial de la almeja". Para degustar la mejor sopa de almejas, una sopa cremosa repleta de almejas, visita el Splash Café. La cola dobla la esquina.
Al día siguiente conduzco de Pismo Beach hasta mi destino final, Los Ángeles, de nuevo a través de un paisaje completamente diferente de viñedos y ranchos. En Gaviota, la Carretera 1 vuelve a asomarse a la costa y llego a Santa Bárbara, quizá la ciudad más bonita de California. Playas de arena blanca, por un lado, y extensos viñedos, por otro: entiendo perfectamente por qué los ricos y famosos acuden aquí. La ciudad cuenta con muchas influencias españolas, que no hacen sino potenciar su codiciado encanto.
Cuanto más me acerco a Los Ángeles, más tráfico me encuentro. Decenas de autocaravanas están estacionadas en un aparcamiento especial donde se alojan los estadounidenses para pasar un fin de semana al lado del océano. No lo llamaría exactamente idílico, pero es una manera de escapar brevemente de la gran ciudad. Dejo atrás Malibú y tras 700 km sorprendentes llego a Santa Mónica, con su famoso muelle. Aunque señala el final de un viaje por carretera que nunca olvidaré, el muelle es el lugar perfecto para reflexionar sobre mi viaje. Cómodamente sentada en un banco en la playa, por supuesto. El estilo de vida de California se adapta bien a mí.
